Edu Altarriba
Odiar es al skater lo que ladrar al perro. Algo tan inevitable como natural, la forma de expresar que estás vivo en este mundillo, de marcar territorio con tu tabla por la acera, de convencerte que no eres el mejor porque no quieres. Tu estilo siempre será la créme. Touché.
Skate is fun, pero es más fun si el resto se lo pasa menos fun a tu costa.
Skater de park, skater de calle, core, moderno, chapado a la antigua, chapado a un futuro que no sabe ni a dónde se dirige… Una lista infinita donde cada skater encuentra su lugar, y una vez allí, irremediablemente, su propia naturaleza le incita a desprestigiar al resto.
“De qué te sirve planchar en la calle si llegas al park y das pena”, “de qué te sirve planchar en el park si llegas a la calle y das pena”, “tus no complies dan asco, aprende fliptricks”, “tus fliptricks dan asco, aprende no complies”, “las competis de Dime le dan mil vueltas a la Street League”, “la Street League le da mil vueltas a las competis de Dime”. Yo molo por tal y tú no molas por cual, y viceversa.
Quizás la metáfora no es tan metáfora y los skaters tengamos bastante que ver con los perros. O con el reino animal, en general. Vamos en manada y no nos gustan las manadas que no son de nuestra especie. Protegemos a los nuestros atacando al resto y surcamos la jungla urbana en busca de un lugar donde dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios. Vamos encima de una tabla de madera. Somos primitivos y lo disfrutamos.
El skate es sentimiento y poco más. Tú feliz con tu ollie, él feliz con su hardflip bs smith 3flip out. Tú llorando porque no planchas tu primer ollie y él llorando porque acaba de perder miles de euros fallando esa locura en una final. Si apartas el contexto te queda más o menos lo mismo en los dos casos: victoria o frustración, cada uno a su nivel pero personalmente con la misma intensidad.
Al fin y al cabo, patinar sólo en el mundo no tiene ni una milésima parte de gracia que el patinar rodeado del mundo, para bien o para mal. ¿A quién le vas a enseñar tus trucos si estás sólo? Pedir consejo, burlarse del estilo ajeno o simplemente sentarse y disfrutar mirando. Para todo eso hace falta gente, y no tiene más vuelta de tuerca. Pero oye, una sesión individual en tu isla privada de vez en cuando debe ir bien para airearse.
Atento.
Qué bonito el paisaje ideal de comunidad donde repartimos amor a mantas a nuestros iguales. Qué bonito ver a Ben Kadow regalar una flor a Nyjah Huston en señal de unión cultural. O Fucking Awesome haciendo una colaboración con Decathlon, porque skaters unidos jamás serán vencidos.
Una vez hayas fregado el vómito, estarás de acuerdo en que esos escenarios son cosas que nunca deben ocurrir.
Dentro de la barbarie que es el patín hay un curioso, o curiosísimo orden que funciona a la perfección. El encargado de mantener todo en su sito, tristemente, es el hate: un empleado que trabaja 24 horas al día y nunca falla. No te preocupes, no lo ves porque entró en ti al mismo tiempo que pagabas tu primera tabla. Pero ahí está. Es como la gravedad, y no intentes ir contra ella porque te llevarás una decepción.
Claro está que se puede regular. Y se debe regular ese odio. El león no mata por placer, sino por hambre. Quién quiera entenderlo que lo entienda.
PD: El hate es bonito, todos mejoramos patinando porque algo nos gusta y algo no, nos alejamos de uno y fortalecemos lo otro. Pero aquellos que lo odian absolutamente todo porque en el fondo se odian a sí mismos: nunca entendisteis de que va esto.
Dicho esto, hatea sanamente a unos o a otros.
